Activismo digital en redes sociales y el peligro de la desinformación
En esta última década, las redes sociales han experimentado un influjo abismal de nuevos usuarios que han ido innovando con contenido original y útil para miles de personas. Entre estas cuentas que tanto interés suscitan en la población encontramos a no pocos activistas digitales. En el activismo digital, los usuarios aprovechan los medios digitales para concienciar a la gente sobre una causa social o política y maximizar su audiencia.
Antes, el activismo se realizaba saliendo a las calles a manifestarse, a través del boca a boca, en los periódicos, en la televisión, y de otras formas que requerían un grado de presencialidad. Sin embargo, muchos activistas se han pasado al activismo digital por el potencial de influencia que ejercen las redes sociales.
¿Qué es el activismo digital?
El activismo digital es la práctica de abogar públicamente a favor de causas sociales y/o políticas en Internet y, especialmente, en redes sociales. A diferencia del activismo tradicional, el activismo digital tiene la ventaja de que llega a una audiencia más grande y más acertada.
Además, debido a su “omnipresencia” y facilidad de acceso, tiene el potencial de convencer a más gente y agitar las conciencias de los usuarios sobre temas éticos y de actualidad.
Ejemplos de activismo digital
Para ser más precisos, algunas acciones de activismo digital son:
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Campañas en redes sociales: Utilizar plataformas como Twitter, Facebook, Instagram y TikTok para difundir información y movilizar a las personas en torno a una causa específica. Ejemplo: el uso de hashtags como #BlackLivesMatter o #MeToo.
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Peticiones en línea: Crear y firmar peticiones en plataformas como Change.org para exigir cambios a gobiernos, empresas o instituciones.
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Boicots digitales: Organizar y promover boicots contra empresas o productos que no alinean con ciertos valores éticos, utilizando las redes sociales para difundir el mensaje y sumar participantes.
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Difusión de contenido educativo: Compartir infografías, videos, artículos y otros recursos informativos sobre temas relevantes para concienciar y educar a la población.
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Participación en foros y grupos en línea: Unirse a comunidades en línea dedicadas a temas específicos y participar activamente en debates, ofreciendo apoyo y compartiendo información útil.
Activismo digital vs. activismo tradicional
Podría pensarse que el activismo digital ha matado al activismo de la vida real. En cierta manera, es cierto que las redes sociales han insuflado una sensación de conformismo pasivo en los individuos y han fomentado cierta desmovilización.
Sin embargo, el activismo en redes sociales también es capaz de convencer a las personas para que cambien ciertos comportamientos (por ejemplo, animar a la gente a comprar en comercio local) y de convocar a miles de personas en puntos de toda la geografía mundial.
El activismo político y las TIC
Si bien no todo el activismo digital gira en torno a la política, los ejemplares que destacan por antonomasia debido a su intensa acción activista en línea son los partidos políticos, especialmente los que intentan captar a una audiencia joven.
Las TIC han democratizado la comunicación política al permitir una difusión más amplia y rápida de la información. Las redes sociales, los blogs y las plataformas de mensajería instantánea han permitido a los políticos comunicarse directamente con los ciudadanos, y que estos puedan comunicarse e identificarse con las causas que defienden los partidos políticos más fácilmente.
Además, el activismo también se caracteriza por la transparencia de ideas. Tanto en los medios de comunicación como los periódicos digitales como en las redes sociales, los partidos políticos, incluyendo los que gobiernan, dan cuenta de su actividad política y justifican su retribución ante la sociedad con publicaciones digitales.
¿Cómo funciona el activismo político en redes sociales?
Es más fácil ponerlo en práctica que hacerlo, pero las bases del activismo digital en redes sociales no son complejas de aprehender. El secreto está en generar contenido que informe, divierta e impacte, y que se armonice con alguna audiencia. Es decir, debemos ofrecerle un valor al usuario más allá de la acción activista por sí misma.
Por ejemplo, podemos crear un canal de noticias independiente, un podcast centrado en determinadas cuestiones sociales, una cuenta de diseños con una motivación social subyacente, una cuenta de memes políticos, etc.
En el caso de las personalidades políticas, una parte del activismo en redes sociales también consiste en interactuar de alguna manera con la audiencia en forma de megusta o comentarios ocasionales. Esto crea una sinergia que facilita que el usuario se identifique con nuestra causa y que se sienta realmente involucrado en ella.
Además, si generamos contenido realmente impactante y controvertido, conseguiremos que los usuarios por su propio pie difundan nuestro contenido a través de mensajes de texto o stories, lo que potenciará el alcance de nuestra audiencia.
Un buen activista digital siempre estudia a su audiencia, es un apasionado de su causa, es observador y busca la creatividad necesaria para producir contenido que realmente transmitan los valores de su causa.
A su vez, un factor muy importante es el de la fidelización. Si una persona se siente muy implicada por una causa o partido, es común que se decidan a trascender la pantalla, defender ellos mismos la causa y salir a la calle para concienciar a otras personas, sin necesariamente llegar a ser activistas digitales ellos mismos.
Los peligros de la desinformación en el activismo digital
Esta misma capacidad para difundir contenido de forma masiva y a gran escala del activismo digital en redes sociales también lleva consigo un riesgo significativo: la desinformación. La desinformación (también llamada fake news), entendida como la difusión deliberada o accidental de información falsa o engañosa, representa un grave peligro para la credibilidad y para el conjunto de la sociedad.
Cuando los activistas comparten información que distorsiona la realidad, ya sea intencionalmente o por falta de verificación, arriesgan la confianza del público en la causa que defienden. Además, las fake news suelen ser incendiarias, por lo que conmueven o soliviantan con especial vigor a su audiencia.
En el contexto del activismo digital, la desinformación promueve una fragmentación social que levanta murallas entre diferentes sectores de la sociedad, de forma que se dificulta el diálogo constructivo y aliena a un grupo de personas contra otras.
En un sentido más amplio, la desinformación en el activismo digital representa una amenaza para la democracia. Una ciudadanía bien informada es esencial para el funcionamiento saludable de una democracia, ya que los ciudadanos deben tener acceso a información veraz para confiar en los agentes sociales y las instituciones públicas del país. Esta amenaza se ve agravada por el hecho de que cada vez es más complicado detectar fakes news debido a la inteligencia artificial, como en los deepfakes.
La proliferación de información falsa en redes sociales a raíz de malas prácticas de activismo político socava este principio fundamental porque erosiona la calidad del debate público y genera una desconfianza generalizada en los medios de comunicación.
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